Tocar el huso de la rueca o pincharte de realidad.

Hace un par de días, andaba yo alternando por los bares, como suele ser habitual en mí, cuando, de repente, una amiga de las que me acompañaban se pinchó con el huso de una rueca y con ello tuvimos que dar por terminada la noche, y casi nuestra amistad.

La historia puede tener su gracia, así, contada con distancia. Pero hay varias cosas que no encajan, algo de lo que me he dado cuenta al contarlo por primera vez a otra amiga que no sabe ni lo que es un huso de una rueca, ni alternar por los bares, ni que yo la considero mi amiga.

Para empezar, no encaja que yo alterne por los bares. Simplemente me paseo por zonas del Casco Antiguo donde hay muchos porque estoy permanentemente pendiente de pasar a mirar, de cuando en cuando, el escaparate de Juan Pedro Mercería, buscando alguna novedad para contar historias al respecto.


En segundo lugar, eso de pincharse con el huso de una rueca en una noche de alterne por los bares, no cuadra de ninguna manera. Hay auténticas leyendas sobre noches locas de todo tipo por los establecimientos de fiesta de Badajoz, pero nunca nadie conoció alguna en la que interviniera una rueca. De los pinchazos podríamos hablar, pero no en esta historia. De noches locas tampoco lo haremos, recuerden que nuestro horario habitual es de lunes a viernes, de 10:00 a 14:00 y de 17:00 20:00, y los sábados de 10:00 a 14:00. Además, eso de tocar el huso de una rueca es más propio de La Bella Durmiente e historias de ese palo.

Pero lo más inquietante de la historia, aunque no se hayan dado cuenta, es que afirmo, sin ningún tipo de rubor, que tengo amigas…

Sin entrar en valorar la verosimilitud de la historia, y en si les interesa o no, o no es más que una excusa para contar una historia desde Juan Pedro Mercería, lo cierto es que me hizo rebuscar en mis amplios conocimientos sobre cosas que no interesan demasiado a nadie, y empecé a darle vueltas (como si fuera la rueda de una rueca) al tema de pincharse.

Una vez con las vacunas pertinentes en regla (en esta página otra cosa no, pero somos totalmente intransigentes con el tema de los antivacunas) me encontré con todo el tema de la rueca y empecé a tirar del hilo (anda que no está bien traída la alegoría…).

Cuentan que pueblos germánicos fueron los que desarrollaron las habilidades hilanderas desde hace siglos y que fueron los que llevaron ese arte a Roma con todos sus secretos. Así encontramos lógico que la palabra de origen germánico “rukko”, que es la se usaba para denominar a la rueca, fuera adaptada por el latín vulgar durante las invasiones bárbaras al Imperio Romano y pasara a ser “rucca” para que, en torno a 1400, pasara al español como “rueca”.

También cuentan y se cree que la rueca era un instrumento de origen indio, llamado en aquel entonces “torno de hilar”, y que fue desarrollado en la India alrededor de 500 años antes de Cristo para acabar entrando en Europa en la Edad Media.

Bandera pro independencia de la India de 1931 con una rueca como emblema central.

Cualquiera que lea con atención lo descrito en los párrafos anteriores podrá ver que algo no encaja. A menor nivel de lo de mi amiga pinchándose con el huso de una rueca en una noche de alterne conmigo por los bares del Casco Antiguo de Badajoz, pero no encaja.

El caso es que no les puedo explicar mejor las cosas. El tema de la rueca es algo de lo que llevamos tiempo queriendo hablar y contarles una bonita historia, pero desgraciadamente, no acabamos de conseguir darle la forma adecuada.
Quizás arrastre un poco el cansancio de alternar por los bares o que las vacunas me están haciendo reacción pero no me encuentro en mi mejor momento. Hay quien dice que, como no tengo amigas ni alterno por los bares, seguramente todo sea fruto de mi imaginación. Que el que me he pinchado soy yo, y que esta historia no va a ningún sitio porque me estoy quedando dormido mientras ordeno bobinas de hilo por tonalidad cromática en los almacenes de Juan Pedro Mercería.

Lo cierto es que tengo mucho sueño. Ya continuaremos en otra ocasión, disculpen ustedes…

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