Érase una vez (porque todos los cuentos, sean minis o no, empiezan por “érase una vez”) una chica muy tímida, que sólo superaba su timidez y se sentía segura cuando bordaba cosas para sus amigos.
Esa chica, pasaba casi todos los días por Juan Pedro Mercería a comprar cosas para sus labores y, con el tiempo, se dio cuenta de que si iba a ciertas horas, se cruzaba casi siempre con otro chico que también iba a comprar y, con el tiempo, de tanto verse, se fueron sonriendo.
Tanto y tanto se sonreían que ella, a pesar de su timidez, sintió la necesidad de dar un paso, harta de esperar que lo hiciera él.
Así, un día, uno cualquiera, cuando ella iba a entrar en Juan Pedro Mercería y él iba a salir, se cruzaron en la puerta, se sonrieron como siempre, y se lanzó.
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– ¿Quieres coserte conmigo?
– ¿Perdona?
– ¿Qué si quieres coserte conmigo?
– ¿Cosernos?
– Sí, cosernos. Que si quieres coserte conmigo.
Él sonrió más que nunca. Ella, bajó los ojos por timidez, pero terminó subiéndolos y devolviéndole la sonrisa.
– ¿Quieres que nos cosamos?
– Sí, desde el primer día que nos vimos supe que quería coserme contigo.
– Creí que nunca me lo ibas a pedir. Yo soy tan tímido como tú. No creas que no me he dado cuenta. Yo también estoy deseando coserme contigo.
Y así, desde aquel día, cosieron y cosieron juntos, y fueron felices y bordaron tapices…